jueves, 20 de noviembre de 2014

Ana Valeria Reyes De mitos urbanos y arañas. Un acercamiento a la semiótica del mito

De mitos urbanos y arañas. Un acercamiento a la semiótica del mito.

Ana Valeria Badillo Reyes

El interés por el mito acompaña, como una sombra, a la sociedad.

      George Scherer.

Las sociedades antiguas como modernas, tienen la necesidad de la creación de mitos y mitologías. Ya sea por esa abundante fantasía que se encuentra en la mente del hombre o como un regulador tanto político como social y religioso. Los ingredientes para que usted crea un mito son sencillos; el rumor, la creación de un tótem o un héroe, entornos, fantasías y realidades, todo se confabula de una manera especial para generar aquellas mitologías tan completas de la que ahora nos maravillamos pero vemos como relatos lejanos.
Todo mito tiene un origen, ya fuera que su surgimiento sea de un suceso de lo más simple, hasta la tergiversación total de una historia inexistente, la llegada de un ente diferente, extraño o nuevo a una sociedad que es totalmente ajena a tal y que intenta integrarlo para luego volverse parte de la misma. Dru Dougherty usa una definición de Roland Barthes para conceptualizar como es que el mito con su carga ideológica e histórica es integrado a la sociedad y como su papel cambia al encontrarse dentro de tal.

“Barthes propone que el mito es otro recurso más por el que los guardianes de la cultura imponen un concepto de ésta en la actualidad. La virtud de su hipótesis es hacer resaltar el punto dinámico en que mito e historia coinciden, o sea, el momento de mitificación cuando un signo lleno de significado aportado por su pasado, se convierte en pura forma a la que el presente se encarga de dar una nueva significación”[1].

No cualquier signo puede volverse un mito pues si este es incluso rechazado por los guardines culturales, su significado será tan poco relevante que no será ni siquiera digno de cambios.
Y teniendo un tanto más en claro lo que concierne a la definición de mito, es posible adentrarse en el que se analizará en este ensayo, un mito regional o nacional que toda persona ha escuchado alguna vez en su vida. Este mito se encuentra formado por puntuales características que son también objeto relevante de observación, en los que la base sería;
La historia original,  la leyenda urbana que sería la semilla del mito, mayormente difundida de manera oral, tradición  que no había cambiado hasta el inicio de la escritura donde comenzó a tener más problemas por la gran diferencia de versiones. “El mito siempre era narración verbal y estaba vinculado a culturas que carecían de escritura. Con la transición hacia su plasmación en textos, se falsificaba su misma esencia”.[2] La historia  base que se estudiará aquí es una historia difundida de manera oral la mayoría de sus veces y es la de un joven que murió por la picadura de una araña, la cual se encontraba escondida en sus rastas, un mito testificable pero distante de la realidad.

Todo mito tiene su variación de versiones y este no es la excepción. Entre estas divergencias se encuentra que la muerte fue causada por una araña capulina o una viuda negra, incluso que ya había un nido dentro de los dreadlocks, así como que su trágica muerte fue dentro de un baño o incluso que tal baño se encontraba en una peluquería en la cual  estaba para por fin cortarse el cabello. Todo esto aporta a la mitificación de la historia, el imaginario colectivo, la oscilación entre realidad y fantasía y la más importante la interpretación personal de cada persona a la que le llega la historia. “Ahí donde nosotros embarcamos el mito, él mismo ya es un testimonio de una ruptura, él mismo ya constituye interpretación, reflexión.”[3]

Y partiendo de este punto como toda historia, es necesario que se tenga un actor principal, como lo dice Barthes “salido del teatro de la vida”[4], un ser social, palpable que la mayoría de los casos, el mito logra trastocar su vida y se beneficia o perjudica de tal, se vuelve intocable  gracias a la sociedad que decide poner una barrera y tal fantasía no se desmorone ya sea por aporte propio a la mitificación o desconocimiento de tal. En las mitologías de Barthes se menciona como es que el actor francés se endiosa sin la necesidad de él hacerlo. “En Francia, no se es actor si uno no ha sido fotografiado por los estudios d’Harcour. El actor de d’Harcourt es un dios; nunca hace nada”.[5]

Como en la historia estudiada el mito recayó en un joven con total ignorancia a la historia, nunca hizo nada para incrementar el mito, pero su estudio fotográfico llamado “la sociedad” se encargó de volverlo uno. Muchos de estos estudios fotográficos tienen más de un actor con el mismo papel, pues La mayoría de las veces no se puede señalar o nombrar al héroe de manera específica, es un anónimo flexible que puede adaptarse a cualquier persona con específicas características,  el joven de las rastas era ajeno a toda preocupación o fama, dándose cuenta que era un mito hasta que su familia se vio afectada por tal.
Sin un tótem o “héroe” no podría ser posible la realización del mito y no precisamente porque el personaje principal realice una hazaña trascendente y benéfica para la sociedad sino que en alguien o algo debe de recaer la consecuencia de las accones, sería preciso resaltar que el héroe usualmente muere, desaparece, reaparece o cambia en el transcurso de la historia. “Afirma Aristóteles que existe una trama trágica cuando al personaje le suceden una serie de acontecimientos, peripecias y agniciones, lastimosas o terroríficas, que culminan en una catástrofe”.[6]  En caso de nuestro ejemplo que más heroico que morir justo en el momento en que iba a liberarse de tan insalubre y mal vista imagen. El casi salvarse de su propio cabello es el mito.

El joven y sus rastas, Einstein y su cerebro, personas que se ven rebasadas por lo ideológico, que se vuelven mitos que van de la mano con alguna peculiaridad, en este caso física y que no se puede desligar uno del otro, “En las novelas de ciencia ficción, los superhéroes tienen algo de cosificado. Einstein también: comúnmente se lo expresa por su cerebro, órgano antológico, verdadera pieza de museo”[7]. En el caso de nuestro mito, el joven es cosificado con sus dredloks o rastas, no se puede pensar una picadura de araña en la cabeza sin algo de maraña de por medio y que se podría asegurar que así como dos hospitales se disputaron el cerebro de Einstein existe un mercado que estaría dispuesto a pagar una considerable suma para adquirir tal curiosidad.

Un mito entre más antiguo es más valioso, por eso es importante hacer creer que siempre ha estado ahí, que su aparición no fue preconcebida ni reciente, como nuestro objeto de estudio que vio la luz alrededor de los 2000´s,  una época con más mezcolanza de la juventud con la cultura Rastafari, pero si preguntamos por una fecha más exacta sobre la aparición, muchas personas no podrían responder con certeza, pues se asume en un inconsciente colectivo y se guarda tal archivo olvidando toda fecha de expedición.

“Se pueden resumir en el deseo de que la nueva forma adquiera una experiencia de naturalidad como si hubiera sido así desde siempre. De esta manera, se adjudica la eternidad a lo que interesa que parezca eterno aunque es, en realidad, una fabricación de hoy o de un ayer reciente”[8].

La sociedad es la generadora de todos los mitos de ella surgen, cambian, mutan y mueren. Ya sea por etapas, generaciones, cambios sociales, usos y costumbres. Algunos se limitan a una región o ciudad pero por extraordinario que parezca este mito no se limita a una sola región sino que se adapta conforme se va cambiando de lugar. “Esta función enfática es igual a la del teatro antiguo, en el cual la fuerza la lengua y los accesorios (máscaras y conturnos) concurrían a la explicación exageradamente visible de una necesidad”[9]. Esa necesidad de mantener el equilibrio y el orden en la sociedad, la cual se resiste a aceptar cualquier ente que llegue a perturbar las buenas costumbres y la moral establecidas.

Para estas acechanzas que se encuentran en el mundo, los cuidadores de la sociedad nos preparan para estar listos ante tales obstáculos de ahí que surja un método para la maduración social ante el miedo a lo desconocido. ““Operación Astra”; procedimiento de mistificación que consiste en vacunar al público con una pizca de mal para poder arrojarlo en seguida, con mayores posibilidades de éxito, inmunizado, a un Bien Moral”[10].

Todo agente externo genera una preocupación, opinión y expectativa. De aquí que se podría deducir que tal mito se genera a partir de la invasión cultural rastafari a una ciudad totalmente ajena a tal estilo de vida, por naturaleza se crea el rechazo  inmediato y una función de restringir y erradicar tal influencia, como se mencionaba anteriormente, existe el miedo en la sociedad racional. “En la discusión actual, el mito se trata sobre todo desde la perspectiva –que puede verse con toda su incidencia en el paradigma de miedo y superación (¿racional?) del miedo”[11]. Se crea para evitar que los jóvenes opten por tal modo de vida, por la resistencia al cambio pero a veces ese mito que solo quiere restringir se supera a si mismo.

Aquí entra La desmitificación, el lugar en que el mito pierde el encanto, se ve rebasado por el mismo y pierde todo efecto místico, el personaje real es superado por su propia fantasía y cambia de manera completa su sentido. Eco lo definiría de esta manera “Cuando se habla de <<desmitificación>>, con referencia a nuestro tiempo, asociando el concepto a una crisis de lo sagrado y a un empobrecimiento simbólico de aquellas imágenes que toda una tradición iconológica nos había acostumbrado”[12].
 Pero no es total pérdida y desesperanza pues si existe esa esencia, sólo se tiene que ver de una manera más real, a aquel ídolo que cuando baja del escenario no deja de ser él, sino que deja atrás los tabús y los brillos para mostrarse como en realidad es.  
“El paso de la “escena a lo “ciudadano”, no implica que el actor de d’Harcourt abandone el “sueño” por la “realidad”. Es la contracara: en escena, bien construido, óseo, carnal, de piel espesa bajo el afeite; en la ciudad, llano, sin aristas, el rostro pulido por la virtud, aireado por la dulce luz del estudio d’Harcourt”.[13]
Entonces, el joven de rastas muerto por la picadura si existió, pero no de la manera en que uno lo cree, es el mismo el de la  historia y el de la vida real, la única diferencia es que en el transcurso de subir al escenario del mito, toma otro aire, ese aire mítico que le proporciona su escenógrafo “sociedad” que lo vuelve inalcanzable.

Así como a lo largo de la existencia de la raza humana seguirá siendo necesario que existan los mitos y sus actores o héroes, se necesitaran de Aquiles, de Superman, de niños que les crecen árboles en las orejas por frijoles incrustados, por apariciones en lugares prohibidos y por qué no de vez en cuando, de muchachos con picaduras de araña que nos quieran enseñar la importancia de no tener rastas.












BIBLIOGRAFÍA

BARTHES Roland, Mitologías, Siglo veintiuno editores, España, 10° reimpresión 2009.

DOUGHETY Dru, Mythopoesis: Literatura, totalidad, ideología, Anthropos, España, 1992.

ECO Humberto, Apocalíticos e integrados, Editorial Lumen, España, 10° edición, 1990.

JAMME Christoph, Introducción a la filosofía del mito en la época moderna y contemporánea, Paidós Studio, España, 1991.



[1] Dru Dougherty, Mythopoesis: Literatura, totalidad, ideología., Joan Ramon Resina (Ed.), Anthropos, España, 1992, pág., 202.
[2] Christoph Jamme, Introducción a la filosofía del mito en la época moderna y contemporánea, Paidós Studio, España, 1991, pág., 15
[3] Ídem., pág., 16.
[4] Roland Barthes, Mitologías, Siglo veintiuno editores, España, 2009, pág., 92.
[5] Ídem., pág., 24.
[6] Umberto Eco, Apocalípticos e integrados, Editorial Lumen, España, 1990, pág., 230.
[7] Op. Cit., Roland Barthes, pág., 93.
[8] Op. Cit. Dru Dougherty, pág. 203
[9] Op. Cit. Roland Barthes, pág., 14.
[10] Ídem., pág., 151.
[11]Op. Cit. Chistoph Jamme, pág., 18
[12] Op.Cit. Umberto Eco, pág.,231.
[13] Op.Cit. Roland Barthes, pág., 25.

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