jueves, 20 de noviembre de 2014

Esteffanía González Márquez “Teorías gays en la novela El vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata”


Teorías gays en la novela El vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata

Este ensayo, parte, teniendo como base, las  Teorías gays, lesbianas y queer, las cuales son parte aguas en este surgimiento de liberación, alumbramiento, aceptación e identidad del tipo gay en la sociedad. Se toma como obra a analizar, El Vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata, dado que expone como se convirtió,  represento, y llegó a significar,  por medio de El vampiro, la ruptura de mito de la figura homosexual en México.
I-                    Teorías gays, lesbianas y queer.
Las teorías gays y lesbianas no se originaron, como la crítica feminista y negra afirma, en instituciones académicas, sino en los movimientos radicales suscitados en los años de 1960. El nacimiento del Movimiento de Liberación Gay puede perseguirse desde los disturbios de Stonewall en New York en 1969, cuando los ocupantes de un bar gay se resistieron a una redada policial. Este acontecimiento tuvo un efecto radicalizador sobre los grupos de lucha por  los Derechos de los homosexuales en Estados Unidos y en toda Europa.
En los años de 1960, la Liberación Gay tenía dos objetivos principales: resistir la persecución y la discriminación contra una minoría sexual y animar a los propios gays a desarrollar un orgullo por su identidad sexual. El movimiento utilizaba dos estrategias fundamentales: el despertar de la conciencia, que se había tomado de los movimientos negros y feministas, y el “salir del armario” –afirmar públicamente la identidad gay-,  cuya opresión habitaba (en parte) en la invisibilidad social.  
La diversidad en la investigación gay y bisexual desde los años de 1970 refleja los esfuerzos por reivindicar los textos literarios, los fenómenos culturales y las narrativas históricas que han permanecido ocultas a la atención de la crítica. Al mismo tiempo (en gran medida como producto del psicoanálisis y el feminismo), ha tenido lugar una explosión de estrategias para detonar estos materiales. Aunque ha habido varios intentos de ofrecer modelos explicativos que definen diversas etapas en la historia de la sexualidad (Bray, 1988; Cohen, 1989), en general, estos estudios concluyen que las pasadas construcciones de la sexualidad no pueden comprenderse de forma absoluta.
Dos de las influencias principales sobre las teorías gays han sido las de Sigmund Freud y Michael Foucault, puesto que ya en el siglo XIX y principios del XX, aparecieron casos detallados de estudio psicológico para liar y expandir infinitamente la gama de la sexualidad, que ambos estudiosos planteaban.
Freud señaló que no estaba tan claro el hecho de que los hombres tuvieran un interés sexual en las mujeres. Por esta razón, la teoría psicoanalítica parecía promover una nueva pluralidad de clasificaciones posibles, pues según Freud, el deseo no se puede reducir a las necesidades biológicas primitivas que escapan del control humano, ni tampoco se puede considerar como un producto de la voluntad y la planificación conscientes[1]. Freud señalo en Outline of Psychoanalysis, que la vida sexual estaba relacionada básicamente con la obtención de placer por parte del cuerpo, con frecuencia más allá de las necesidades reproductoras. Por lo tanto, el sexo gay es el deseo privado de este objetivo; es la negación misma del trabajo productivo.
Michael Foucault considera que la homosexualidad de finales del siglo XIX se caracteriza “por cierta calidad de sensibilidad sexual, una cierta forma de invertir lo masculino y lo femenino en uno mismo”.[2] Así pues, la homosexualidad aparecía como una de las formas de posesión cuando se trasponía de las prácticas de la sodomía a una especie de androginia interior, un hermafrodismo del alma. “El sodomita –concluye-, había sido una aberración temporal; el homosexual era ahora una especie”.[3]
En esta crítica de tipo sexual, se han movilizado varias categorías para tratar sobre la inscripción de la homosexualidad en los textos, así como reivindicar aspectos de la vida gay, puesto que después de las luchas de liberación de lesbianas, gays y transexuales de los años setenta, en los países occidentales, miembros de estos grupos salieron a la luz pública con cierto grado de libertad y, progresivamente, conquistaron sus derechos[4]. Ejemplo de ello, fue el movimiento Queer[5], ya que puede interpretarse como la respuesta ante los ataques contra estos individuaos involucrados sexualmente. Se trata, pues, de un fenómeno social, una postura política y una reflexión teórica que aglutina a miembros de grupos muy diferentes. Esta teoría cuestiona la consideración tradicional de los sexos, los géneros, y la sexualidad como algo estable, pues parte del precepto de que la orientación sexual y la identidad sexual o de género son constituidas socialmente[6].
Desde la configuración de tales movimientos y teorías, y con la aparición de textos de carácter o temática gay, se discute si es que escritos de éste tipo podían ser tomados como literatura, constituyendo así la mítica existencia de la literatura homosexual. En este sentido, ¿se debería pensar en literatura gay, a manera de mito? Para Roland Barthes, el mito es un acto de habla insertado en la comunicación y sus procesos. Con ello, Barthes, aplica su propio método: recibir o tomar el significante como forma, y así dar significación al mito[7]. Ante este precepto, el mito se impone, pero no para ser mito, sino para conformarse en base al cambio de la cultura.
Ahora bien, ante tal teoría, demos paso al pequeño análisis de la novela El vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata. Esta fue publicada en el año de 1979, poco después de que salieran a la luz los primeros grupos homosexuales formalmente organizados y públicamente asumidos. Luis Zapata comenzó a ser considerado como un gran exponente de la narrativa mexicana y su novela se transformó en objeto de culto para quienes se identificaban como gays[8]. Pero, ¿cómo asumir que El vampiro de la colonia Roma es literatura gay? No está del todo claro qué se puede definir como al género de “literatura gay”, si es que se puede hablar de él. Básicamente, se trata de una expresión –como voto gay o estética gay– que surgió en el proceso de construcción de una nueva identidad, durante la segunda mitad del siglo XX.
En cualquier caso, quienes defienden esta noción le atribuyen ciertos rasgos que son reconocidos como propios de la sensibilidad o experiencia gay[9]. Por tanto, El vampiro de la colonia Roma no podría ser leído como una novela de terror, una novela policíaca o una novela rosa.
En el caso que nos ocupa, puede afirmarse que dicha novela, presenta características comúnmente atribuidas a la literatura gay; por ejemplo: un mundo sórdido –el de la prostitución masculina–; descripciones bastante explícitas de la vida sexual de los personajes; relaciones destructivas; la búsqueda del placer. Se desafían los roles tradicionales de la sociedad. Existe una presencia femenina muy reducida y se le concede una gran importancia a la belleza física, con lo que este personaje nos cuenta, “a veces me chiveaba cuando René me hacía algún cumplido, ¿ves?; como preguntarme cómo era posible que no tuviera amante, si era un chavo tan guapo, tan bueno; que era un adonis, ¡un adonis, imagínate! así me decía y así se me quedó desde entonces”[10].
Es evidente que la belleza física tiene un papel importante en la vida de Adonis y en la descripción que él hace de los demás. Constantemente califica a los otros como guapos (“y el tal René, también estaba muy cuero, muy bueno que estaba; moreno claro, de pelo chino, voz de pito y nalgas de pera”)[11] o feos (“estoy seguro de que ni siquiera tenía admiradores el mono ese, estaba re feo, ¡qué bárbaro! Prieto, panzón y chaparro”)[12]. Esta mezcla de frivolidad y placer otorga a El vampiro un requisito más para ser considerada como una novela gay.
A grandes rasgos, El vampiro de la colonia Roma cuenta las andanzas de un “chichifo”, que es como se llama a quien se prostituye con hombres dentro del argot homosexual. A lo largo del texto aparecen distintos personajes y se descubre un submundo que hasta ese momento había resultado invisible para la mayoría de los habitantes de la ciudad de México. De esta manera, es que El vampiro comienza construyendo, en México,  un sentido de pertenencia a una comunidad homosexual, como ocurría en buena parte del mundo. Y aunque no se empleara la palabra gay, se utilizaban otros conceptos que también aludían a la existencia de una clase específica de personas. Esto es visible cuando, a propósito de un sueño, Adonis emite una frase reveladora: “pero para ese momento ya no eran hombres y mujeres, o bueno, sí eran hombres y mujeres pero pura gente de ambiente, ¿ves?”.[13]
Evidentemente, la novela de Zapata fue publicada en el momento en que se estaba conformando la identidad gay en México y el naciente sentimiento de pertenencia a un grupo donde la figura del homosexual se convierte, en mito, símbolo y contenido, de esa liberación en la literatura mexicana de los años setenta. Con ello, poco a poco iba cambiando la percepción tradicional de la homosexualidad. El público al que esta novela estaba dirigida pudo haberse identificado con las conjeturas de Adonis García, con la forma en que va cambiando su percepción de las prácticas homosexuales. La sociedad mexicana presenció la creciente civilización de las nuevas y viejas identidades homosexuales, la reproducción  de estereotipos y situaciones reconocibles para el público mexicano, acostumbrado a ciertos prejuicios en torno al tema de las homosexualidades.







[1] En Pulsiones y destinos de las pulsiones (1915), Sigmund Freud, que en Tres ensayos sobre la vida sexual ya había distinguido claramente entre objeto sexual y meta sexual, enumeró loas cuatro elementos distintos implicados en la pulsión de erótica: “Carga, objeto, meta y fuente”, con lo cual complejizó y volvió inestable el rótulo de homo y heterosexualidad. Véase, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1985.
[2] Foucault, Michel. Historia de la sexualidad, Siglo XXI, México, 1986, tomo I, p. 17: “no hay que olvidar que la categoría psicológica, psiquiátrica, médica, de la homosexualidad se constituyó el día en que se la caracterizó en el famoso artículo de Westphal sobre las “sensaciones sexuales contrarias”.
[3] Op cit.
[4] Véase en Acfilosofia. Org. “La teoría Queer”, consultado en http://www.acfilosofia.org/materialesmn/90-ellas/ellas/246-la-teoria-queer.
[5] Queer  en inglés significa “raro, singular”, usado para nombrar a los homosexuales.
[6] Butler, Judith. “Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Paidós, Buenos Aires, Argentina, 2002, pp. 233.
[7] BARTHES, Roland. Mitologías, Ed. SIGLO XXI, México DF, 2009, pp. 174.
[8] Véanse los trabajos de José Agustín, Tragicomedia mexicana, La vida en México de 1979 a 1982, México, Planeta, 1994, pp. 221-222; José Joaquín Blanco, “Luis Zapata: el salto a la muerte”, en Crónica literaria, Un siglo de escritores mexicanos, México, Cal y arena, 1996, p. 547; Mario Muñoz, De amores marginales, 16 cuentos mexicanos, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1996, pp. 198-199; Luis Mario Schneider, La novela mexicana, 1997, p. 80.
[9] Martin Green, “La homosexualidad en la literatura”, en George Steiner, Robert Boyers, Homosexualidad, literatura y política, Ed. Alianza, Madrid, 1985, pp. 288.
[10] Zapata, Luis, El vampiro de la calle Roma, Ed. Grijalbo, Estados Unidos, 1996, pp. 42. La técnica utilizada por Zapata, que se basa en un hipotético reportaje registrado en una grabadora, tiene por resultado un extenso monólogo en el que el protagonista cuenta su vida. Es por eso que, en un intento por recrear la voz del narrador, la novela carece de signos de puntuación e infringe reglas gramaticales y ortográficas.
[11] Idem. p. 15.
[12] Ibid., p. 41.
[13] Ibid., p. 14

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