Teorías gays en la novela El vampiro de la colonia Roma de Luis
Zapata
Este ensayo, parte, teniendo como base, las Teorías gays, lesbianas y queer, las cuales son parte aguas en
este surgimiento de liberación, alumbramiento, aceptación e identidad del tipo
gay en la sociedad. Se toma como obra a analizar, El Vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata, dado que expone como se
convirtió, represento, y llegó a
significar, por medio de El vampiro, la
ruptura de mito de la figura homosexual en México.
I-
Teorías gays,
lesbianas y queer.
Las teorías gays y lesbianas no se originaron, como la
crítica feminista y negra afirma, en instituciones académicas, sino en los
movimientos radicales suscitados en los años de 1960. El nacimiento del Movimiento
de Liberación Gay puede perseguirse desde los disturbios de Stonewall en New
York en 1969, cuando los ocupantes de un bar gay se resistieron a una redada
policial. Este acontecimiento tuvo un efecto radicalizador sobre los grupos de
lucha por los Derechos de los
homosexuales en Estados Unidos y en toda Europa.
En los años de 1960, la Liberación Gay tenía dos
objetivos principales: resistir la persecución y la discriminación contra una
minoría sexual y animar a los propios gays a desarrollar un orgullo por su
identidad sexual. El movimiento utilizaba dos estrategias fundamentales: el
despertar de la conciencia, que se había tomado de los movimientos negros y
feministas, y el “salir del armario” –afirmar públicamente la identidad
gay-, cuya opresión habitaba (en parte)
en la invisibilidad social.
La diversidad en la investigación gay y bisexual desde
los años de 1970 refleja los esfuerzos por reivindicar los textos literarios,
los fenómenos culturales y las narrativas históricas que han permanecido
ocultas a la atención de la crítica. Al mismo tiempo (en gran medida como
producto del psicoanálisis y el feminismo), ha tenido lugar una explosión de
estrategias para detonar estos materiales. Aunque ha habido varios intentos de
ofrecer modelos explicativos que definen diversas etapas en la historia de la
sexualidad (Bray, 1988; Cohen, 1989), en general, estos estudios concluyen que
las pasadas construcciones de la sexualidad no pueden comprenderse de forma absoluta.
Dos de las influencias principales sobre las teorías gays
han sido las de Sigmund Freud y Michael Foucault, puesto que ya en el siglo XIX
y principios del XX, aparecieron casos detallados de estudio psicológico para liar
y expandir infinitamente la gama de la sexualidad, que ambos estudiosos planteaban.
Freud señaló que no estaba tan claro el hecho de que los
hombres tuvieran un interés sexual en las mujeres. Por esta razón, la teoría
psicoanalítica parecía promover una nueva pluralidad de clasificaciones posibles,
pues según Freud, el deseo no se puede reducir a las necesidades biológicas primitivas
que escapan del control humano, ni tampoco se puede considerar como un producto
de la voluntad y la planificación conscientes[1]. Freud
señalo en Outline of Psychoanalysis, que
la vida sexual estaba relacionada básicamente con la obtención de placer por
parte del cuerpo, con frecuencia más allá de las necesidades reproductoras. Por
lo tanto, el sexo gay es el deseo privado de este objetivo; es la negación
misma del trabajo productivo.
Michael Foucault considera que la homosexualidad de
finales del siglo XIX se caracteriza “por cierta calidad de sensibilidad
sexual, una cierta forma de invertir lo masculino y lo femenino en uno mismo”.[2] Así
pues, la homosexualidad aparecía como una de las formas de posesión cuando se
trasponía de las prácticas de la sodomía a una especie de androginia interior,
un hermafrodismo del alma. “El sodomita –concluye-, había sido una aberración
temporal; el homosexual era ahora una especie”.[3]
En esta crítica de tipo sexual, se han movilizado varias
categorías para tratar sobre la inscripción de la homosexualidad en los textos,
así como reivindicar aspectos de la vida gay, puesto que después de las luchas
de liberación de lesbianas, gays y transexuales de los años setenta, en los
países occidentales, miembros de estos grupos salieron a la luz pública con
cierto grado de libertad y, progresivamente, conquistaron sus derechos[4].
Ejemplo de ello, fue el movimiento Queer[5],
ya que puede interpretarse como la respuesta ante los ataques contra estos
individuaos involucrados sexualmente. Se trata, pues, de un fenómeno social,
una postura política y una reflexión teórica que aglutina a miembros de grupos
muy diferentes. Esta teoría cuestiona la consideración tradicional de los
sexos, los géneros, y la sexualidad como algo estable, pues parte del precepto
de que la orientación sexual y la identidad sexual o de género son constituidas
socialmente[6].
Desde la configuración de tales movimientos y teorías, y
con la aparición de textos de carácter o temática gay, se discute si es que escritos de éste tipo podían ser tomados
como literatura, constituyendo así la mítica existencia de la literatura
homosexual. En este sentido, ¿se debería pensar en literatura gay, a manera de
mito? Para Roland Barthes, el mito es un acto de habla insertado en la
comunicación y sus procesos. Con ello, Barthes, aplica su propio método:
recibir o tomar el significante como forma, y así dar significación al mito[7]. Ante
este precepto, el mito se impone, pero no para ser mito, sino para conformarse
en base al cambio de la cultura.
Ahora bien, ante tal teoría, demos paso al pequeño análisis
de la novela El vampiro de la colonia
Roma de Luis Zapata. Esta fue publicada en el año de 1979, poco después de
que salieran a la luz los primeros grupos homosexuales formalmente organizados
y públicamente asumidos. Luis Zapata comenzó a ser considerado como un gran
exponente de la narrativa mexicana y su novela se transformó en objeto de culto
para quienes se identificaban como gays[8]. Pero,
¿cómo asumir que El vampiro de la colonia
Roma es literatura gay? No está del todo claro qué se puede definir como al
género de “literatura gay”, si es que se puede hablar de él. Básicamente, se
trata de una expresión –como voto gay o estética gay– que surgió en el proceso
de construcción de una nueva identidad, durante la segunda mitad del siglo XX.
En cualquier caso, quienes defienden esta noción le
atribuyen ciertos rasgos que son reconocidos como propios de la sensibilidad o
experiencia gay[9].
Por tanto, El vampiro de la colonia Roma
no podría ser leído como una novela de terror, una novela policíaca o una
novela rosa.
En el caso que nos ocupa, puede afirmarse que dicha
novela, presenta características comúnmente atribuidas a la literatura gay; por
ejemplo: un mundo sórdido –el de la prostitución masculina–; descripciones
bastante explícitas de la vida sexual de los personajes; relaciones destructivas;
la búsqueda del placer. Se desafían los roles tradicionales de la sociedad.
Existe una presencia femenina muy reducida y se le concede una gran importancia
a la belleza física, con lo que este personaje nos cuenta, “a veces me chiveaba
cuando René me hacía algún cumplido, ¿ves?; como preguntarme cómo era posible
que no tuviera amante, si era un chavo tan guapo, tan bueno; que era un adonis,
¡un adonis, imagínate! así me decía y así se me quedó desde entonces”[10].
Es evidente que la belleza física tiene un papel
importante en la vida de Adonis y en la descripción que él hace de los demás.
Constantemente califica a los otros como guapos (“y el tal René, también estaba
muy cuero, muy bueno que estaba; moreno claro, de pelo chino, voz de pito y nalgas
de pera”)[11]
o feos (“estoy seguro de que ni siquiera tenía admiradores el mono ese, estaba
re feo, ¡qué bárbaro! Prieto, panzón y chaparro”)[12].
Esta mezcla de frivolidad y placer otorga a El vampiro un requisito más para ser
considerada como una novela gay.
A grandes rasgos, El
vampiro de la colonia Roma cuenta las andanzas de un “chichifo”, que es
como se llama a quien se prostituye con hombres dentro del argot homosexual. A
lo largo del texto aparecen distintos personajes y se descubre un submundo que
hasta ese momento había resultado invisible para la mayoría de los habitantes
de la ciudad de México. De esta manera, es que El vampiro comienza construyendo,
en México, un sentido de pertenencia a
una comunidad homosexual, como ocurría en buena parte del mundo. Y aunque no se empleara la palabra gay, se utilizaban
otros conceptos que también aludían a la existencia de una clase específica de
personas. Esto es visible cuando, a propósito de un sueño, Adonis emite una
frase reveladora: “pero para ese momento ya no eran hombres y mujeres, o bueno,
sí eran hombres y mujeres pero pura gente de ambiente, ¿ves?”.[13]
Evidentemente, la novela de Zapata fue publicada en el
momento en que se estaba conformando la identidad gay en México y el naciente sentimiento
de pertenencia a un grupo donde la figura del homosexual se convierte, en
mito, símbolo y contenido, de esa liberación en la literatura mexicana de los
años setenta. Con ello, poco a poco
iba cambiando la percepción tradicional de la homosexualidad. El público al que
esta novela estaba dirigida pudo haberse identificado con las conjeturas de
Adonis García, con la forma en que va cambiando su percepción de las prácticas
homosexuales. La sociedad mexicana presenció la creciente civilización
de las nuevas y viejas identidades homosexuales, la reproducción de estereotipos y situaciones reconocibles
para el público mexicano, acostumbrado a ciertos prejuicios en torno al tema de
las homosexualidades.
[1] En Pulsiones y destinos de las
pulsiones (1915), Sigmund
Freud, que en Tres ensayos sobre la vida sexual ya había distinguido claramente
entre objeto sexual y meta sexual, enumeró loas cuatro elementos distintos
implicados en la pulsión de erótica: “Carga, objeto, meta y fuente”, con lo
cual complejizó y volvió inestable el rótulo de homo y heterosexualidad. Véase,
Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1985.
[2] Foucault, Michel. Historia de la sexualidad, Siglo XXI,
México, 1986, tomo I, p. 17: “no hay que olvidar que la categoría psicológica,
psiquiátrica, médica, de la homosexualidad se constituyó el día en que se la
caracterizó en el famoso artículo de Westphal sobre las “sensaciones sexuales
contrarias”.
[3] Op cit.
[4] Véase en Acfilosofia.
Org. “La teoría Queer”, consultado en
http://www.acfilosofia.org/materialesmn/90-ellas/ellas/246-la-teoria-queer.
[5] Queer en inglés significa “raro, singular”, usado para nombrar a los homosexuales.
[6] Butler, Judith. “Cuerpos que importan. Sobre los límites
materiales y discursivos del “sexo”. Paidós, Buenos Aires, Argentina, 2002,
pp. 233.
[7] BARTHES, Roland. Mitologías, Ed. SIGLO XXI, México DF, 2009,
pp. 174.
[8] Véanse los trabajos de José Agustín, Tragicomedia mexicana, La vida en México de 1979 a 1982,
México, Planeta, 1994, pp. 221-222; José Joaquín Blanco, “Luis Zapata: el salto
a la muerte”, en Crónica literaria, Un
siglo de escritores mexicanos, México, Cal y arena, 1996, p. 547; Mario
Muñoz, De amores marginales, 16 cuentos mexicanos, Xalapa,
Universidad Veracruzana, 1996, pp. 198-199; Luis Mario Schneider, La novela mexicana, 1997, p. 80.
[9] Martin Green, “La homosexualidad en la
literatura”, en George Steiner, Robert Boyers, Homosexualidad, literatura y política, Ed. Alianza, Madrid, 1985, pp.
288.
[10] Zapata, Luis, El vampiro de la calle Roma, Ed. Grijalbo, Estados Unidos, 1996,
pp. 42. La técnica utilizada por Zapata, que se basa en un hipotético reportaje
registrado en una grabadora, tiene por resultado un extenso monólogo en el que
el protagonista cuenta su vida. Es por eso que, en un intento por recrear la
voz del narrador, la novela carece de signos de puntuación e infringe reglas gramaticales
y ortográficas.
[11] Idem.
p. 15.
[12] Ibid.,
p. 41.
[13] Ibid.,
p. 14
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